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martes, 29 de abril de 2025

TERESA LAGITANA PARTERA


 Teresa la partera gitana 

Valladolid, finales del siglo XVIII

Había una mujer gitana en la Costanilla, el barrio más antiguo de Valladolid, que la gente respetaba como si fuera enviada por el mismo Devel. Se llamaba Teresa Jiménez. Nació en 1754, hija y nieta de parteras, en un mundo donde ser gitano era ya una sentencia. A ella la parieron entre el barro, el viento y la lumbre, con un rezo entre dientes y una cinta roja anudada a la muñeca.

Desde pequeña aprendió a escuchar los cuerpos y a mirar el dolor sin miedo. Sabía leer el vientre de una mujer como otros leen las estrellas. Tenía las manos curtidas, fuertes como raíces viejas, y los ojos llenos de historias que no necesitaban palabras.

A Teresa la llamaban cuando nadie más se atrevía. En los hospitales no dejaban entrar a gitanos. En las iglesias los miraban como si contaminaran el aire. Así que cuando una mujer sentía la muerte cerca y la vida empujando desde dentro, mandaban por Teresa.

En el barrio de Las Tenerías, donde el río se abrazaba a la tierra y el olor a lumbre se mezclaba con la humedad de los telares, las mujeres la esperaban con el alma en vilo. Una noche cerrada de invierno, con la nieve cubriendo los tejados de la Costanilla, la buscaron de urgencia. Rafaela Vargas, una muchacha de apenas dieciséis años, se retorcía de dolor en una choza de adobe. Su marido, Manuel Cortés, lloraba como un niño en la esquina, impotente.

Teresa llegó envuelta en su capa, con un candil y una oración en kaló (BATO MIRÓ DIÑELAMÉ ZOROLÍPÉN) Se arrodilló entre el barro del suelo, mojó su camisa en agua caliente, y alzó las manos al cielo. El bebé venía de nalgas. Había sangre, gritos y frío. Y sin embargo, ella no tembló. Habló al vientre con una firmeza antigua, le susurró a Devel y, con fuerza, giró al niño dentro.

Horas después, el llanto de una niña morena rompió la noche.

—Eres un ángel, Teresa —murmuró Rafaela, agotada, con los ojos anegados.

Pero Teresa no respondió. Solo se levantó, se ajustó la capa, y se marchó en silencio como siempre, dejando el calor de la vida detrás de ella.

A veces, la llamaban a lugares donde ni el alma quería entrar. Como aquella vez que una joven gitana, María, estaba presa por robar pan. Iba a parir en una celda húmeda y sola. Los soldados no querían dejar pasar a nadie. Pero Teresa entró con la cabeza alta, los ojos duros como cuchillos. No pidió permiso. Entró, punto.

La celda olía a muerte. María lloraba. Teresa se agachó, tocó su cara, y le dijo:

—Tú no vas a morir hoy, hija. Ni tú, ni tu criatura.

Y así fue. Con barro hasta los tobillos y soldados mirando con desprecio, trajo al mundo otro hijo gitano. Nadie le dio las gracias. Nadie le tendió una manta. Solo el niño lloró. Y ese llanto fue el único testigo del milagro.

La ciudad cuchicheaba sobre las gitanas de Las Tenerías, pero ninguna sabía lo que costaba parir en la miseria, entre el miedo y la injusticia. Teresa lo sabía. Y por eso luchaba con lo que tenía: sus manos, sus rezos y su rabia. Cuando quisieron borrar los nombres de los niños gitanos del registro, ella bordó cada nombre en trapos de lino, los cantó junto al fuego, los repitió una y otra vez como si fueran conjuros. Porque sabía que borrar un nombre era borrar una historia. Y eso, no lo iba a permitir.

—Si nos quitan los nombres, nos quitan la sangre —decía con los dientes apretados.

Una noche, cuando el frío se metía hasta los huesos, corrió la voz de que María estaba enferma otra vez. No tenía comida. No tenía techo. Teresa reunió a otras mujeres. No pidieron ayuda. Fueron por ella. Entraron en la casa del corregidor, sacaron a María envuelta en una manta, y la llevaron de vuelta al barrio, donde el fuego aún ardía.

—La sangre no se borra, María. Ni la de un parto, ni la de una injusticia —le susurró Teresa, con la frente pegada a la suya.

En 1825, Teresa tenía más de setenta inviernos sobre la espalda. Caminaba más despacio. Pero sus ojos seguían encendidos. Un atardecer la encontraron sentada frente a su casa, con una manta sobre las piernas, mirando al horizonte. Parecía dormida. Estaba en paz.

No hubo misa. No hubo cura. Pero las mujeres del barrio se acercaron con flores silvestres, cánticos en kaló y lágrimas sin vergüenza. Rafaela lloró como una niña. María del Carmen, la hija que trajo al mundo aquella noche helada, dejó una cinta roja en su tumba.

—Para que no tengas miedo en el camino, abuela.

Teresa no tuvo estatuas. Ni libros. Ni homenajes. Pero mientras haya un niño gitano naciendo en silencio, mientras una mujer rece en kaló con las manos manchadas de barro, Teresa vivirá en cada uno de ellos.

Porque ser gitana, ser partera, ser mujer… fue su forma de resistir.

Y lo fue hasta el último aliento.

Relato Kako Julián Cortés


sábado, 26 de abril de 2025

LA GRAN REDADA EN ARSENAL DE CARTAGENA

 La Gran Redada fue una operación llevada a cabo en 1749 por el gobierno de Fernando VI en España, con el objetivo de capturar y reprimir a los gitanos. Aunque la operación se realizó en diferentes partes del país, Cartagena, siendo un importante puerto y base naval, podría haber estado involucrada en la logística o en la detención de gitanos en el contexto de la región de Murcia.

Durante la Gran Redada, se ordenó el apresamiento de todos los gitanos del Reino, incluyendo hombres, mujeres, ancianos y niños. Muchos fueron enviados a arsenales y otros lugares de trabajo forzado, separados de sus familias y comunidades, lo que tuvo graves consecuencias para la población gitana en España.
El Arsenal de Cartagena, como instalación militar importante, podría haber sido utilizado para recluir o trabajar a algunos de los gitanos detenidos durante esta operación. Sin embargo, los detalles específicos sobre el número de gitanos enviados allí o las condiciones exactas en que fueron mantenidos pueden requerir una investigación más profunda en archivos históricos específicos.

LOS REINADOS QUE DICTARON PRAGMATICAS CONTRA DE LOS GITANO

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  • Reyes Católicos (1499): Emitieron una pragmática que pretendía acabar con los derechos concedidos a los gitanos como peregrinos y sus comportamientos culturales diferenciados. Les exigían vivir por oficios conocidos o tomar vivienda con señores a quienes sirvieran. Las penas por no cumplir incluían azotes y destierro.
  • Fernando VI (1749): Ordenó el apresamiento de todos los gitanos del Reino, incluyendo hombres, mujeres, ancianos y niños, en un intento de "exterminio" conocido como la Gran Redada.
  • Carlos III (1783): Dictó la Pragmática Sanción, que buscaba integrar a los gitanos por medios no exclusivamente represivos. Aunque mantenía penas para aquellos que no se adaptaran, ofrecía un camino hacia la asimilación para aquellos que abandonaran su estilo de vida nómada y costumbres tradicionales 

LA POBLACIÓN DE ETNIA GITANA EN LA SIERRA DE SEGURA EN LA EDAD MODERNA


Análisis de la presencia de población de etnia gitana en la Sierra de Segura en la Edad Moderna, por Carlos Javier Garrido García.



Personas de etnia gitana realizando una de sus actividades tradicionales: compra y venta de ganado. Fuente: ungitanodepalabra.blogspot.com


INTRODUCCIÓN

Pese a que al llegar a Europa Occidental los mismos gitanos indicaron que su origen se situaba en Egipto, por lo que fueron denominados «egipcianos» (de ahí el origen de su nombre), lo cierto es que por sus características lingüísticas y raciales su origen debe situarse en la India.

La población de etnia gitana, al asentarse en Europa Occidental, muestra una serie de características, como el empleo de un idioma y traje propios; un comportamiento religioso heterodoxo, que hacía que las autoridades la calificaran indistintamente de ateos, agnósticos, idólatras o paganos, con importantes prácticas de curandería y brujería; y un modo de vida nómada, que los llevaba a emplearse preferentemente en oficios como el herraje de animales de tiro y de labor, la compraventa de ganado y la venta ambulante de variados productos, como la quincalla o la cestería.

Estas características, pronto convertidas en prejuicios estigmatizadores, fueron la justificación de la represión de la que será objeto este grupo étnico.

Su asentamiento en la Península se llevó a cabo sobre todo en las zonas litorales del sur y levante, especialmente en las provincias andaluzas. Frente a ello, el norte y centro peninsular vieron pocas familias asentarse en ellas.

Este fue el caso también de la Sierra de Segura, donde la presencia de población de etnia gitana fue muy escasa, pero no nula. El objetivo de este trabajo es aportar una síntesis de investigaciones más generales llevadas a cabo por distintos investigadores a nivel nacional o específicos de la región de Murcia. Hay que recordar que durante la Edad Moderna la Sierra de Segura perteneció al reino de Murcia.

LA POBLACIÓN DE ETNIA GITANA EN LA ESPAÑA MODERNA: DE LA ACOGIDA A LA REPRESIÓN

La población gitana llegó a Europa en el siglo XIV. Un siglo después entran en España, con el pretexto de ser refugiados político-religiosos frente al expansionismo turco, por lo que estos «egipcianos» fueron favorablemente acogidos. Así, las primeras noticias de su llegada en la actual provincia de Jaén se localizan en Jaén en 1462 y Andújar en 1470.

Sin embargo, las características singulares del grupo, sobre todo su cristianismo puesto en duda y su nomadismo, hicieron que se vieran afectados por la política de uniformización religiosa y establecimiento de un estado autoritario por los Reyes Católicos. Así, en 1499 se impone a la población gitana la alternativa entre la expulsión o el abandono del nomadismo asentándose como labradores, una medida que fue ratificada por Carlos I en 1525, 1528 y 1534, y por Felipe II en 1560. Se inicia así una política de sedentarización forzosa que se va a mantener a lo largo de toda la Edad Moderna, en ocasiones tomando medidas más extremas, como la real cédula de 19 de diciembre de 1572 que encargaba la captura de los gitanos aptos para el trabajo, tanto nómadas como avecindados, para servir como remeros en las galeras, los primeros como castigo por no cumplir las normas de sedentarización y los segundos a cambio de un sueldo, todo ello con el objetivo de suplir las bajas de remeros provocadas por la batalla de Lepanto del año anterior. Del mismo modo, los gitanos incumplidores de las órdenes reales fueron también condenados a trabajo forzado en las minas de Almadén. 

Así, tras no aplicarse medidas más extremas tendentes al exterminio, como la solicitada por las Cortes castellanas en 1594 y que consistía en separar a hombres y mujeres de esta etnia para evitar su reproducción, a lo largo del siglo XVII se van estableciendo medidas de sedentarización. En 1619 y 1633 se les exige su avecindamiento en una localidad para que la convivencia con la población local borrara sus rasgos étnicos singulares; se les prohíben sus nombres, lengua, traje y bailes característicos; y se les prohíbe también abandonar sus localidades sin autorización. En 1695, ya denominados como «castellanos nuevos», se les obliga a listarse en sus poblaciones, a no trabajar en la venta de animales y a trabajar obligatoriamente en la agricultura.

Todas estas medidas se endurecieron en el siglo XVIII. Así, en 1717 se establecieron 41 ciudades como residencias exclusivas de gitanos, donde serían estrechamente vigilados y no podrían salir sin autorización escrita. En 1746 a estas 41 ciudades se añadieron 34 ciudades más y su ordena un alistamiento que, junto a la anulación de su derecho de asilo en las iglesias concedido por el Papa en 1748, prepara la «Gran Redada» o captura de la población de esta etnia.

Esta se produjo en el verano de 1749, siendo apresados todos los gitanos y separados los hijos de sus padres. Las mujeres fueron encarceladas y los hombres útiles para el trabajo fueron recluidos en los Arsenales de la Marina. Estas drásticas medidas provocaron protestas no sólo de la víctimas, sino también de las autoridades locales, por lo que el rey terminó ordenando la liberación de los gitanos que estuvieran avalados por las citadas autoridades. Sin embargo, la liberación completa no llegó hasta 1763, cuando los últimos gitanos que quedaban en los arsenales fueron liberados.

Finalmente, en 1783 una nueva pragmática vuelve a confirmar las medidas de sedentarización y control, elaborándose como consecuencia de ello los censos de población de etnia gitana entre 1783 y 1785.  Para entonces, como indica Lebrón, tres siglos de represión habían disminuido su número y mayoritariamente ya habían abandonado el nomadismo y lo esencial de su lengua y su cultura, pese a lo cual pervivió su marginación por parte de la sociedad mayoritaria.

LA POBLACIÓN DE ETNIA GITANA EN LA SIERRA DE SEGURA

En principio, fueron pocas las familias de etnia gitana asentadas en la Sierra de Segura. Su escasa población y actividad económica, aislamiento y carácter montañoso la hacían menos atractiva que otras zonas próximas como el Levante Peninsular, el Valle del Guadalquivir o el reino de Granada, este último además con grandes facilidades de asentamiento por el vacío demográfico creado por la expulsión de los moriscos en 1570.

Mapa que muestra la presencia de personas de etnia gitana en las distintas provincias españolas según los registros de 1783-1785. Como se puede apreciar, estos se asentaron principalmente en Sur y Levante peninsular. Fuente: Bernard Leblon: «El Gran fichero de los Gitanos de España».

Así, en los registros parroquiales de Siles de la segunda mitad del siglo XVI y de Santiago de la Espada de finales del XVI y Principios del XVII no hay constancia de ningún bautismo de personas de esta etnia. La primera referencia que tenemos en la Sierra de Segura data de 1572 cuando la justicia de Segura de la Sierra comunicó el apresamiento de un gitano «que andaba huido por esta Sierra» para evitar ser llevado a galeras, es decir, se trataba de una persona no avecindada en esta zona que la había escogido para esconderse de las autoridades por su ya citado carácter montañoso y aislamiento.

A lo largo del siglo XVII se hubieron de establecer en la Sierra de Segura familias de etnia gitana, pero estas fueron eliminadas con las normas de 1717 que establecían su asentamiento en localidades de más de 1.000 vecinos. Cuando las localidades donde se podían asentar fueron aumentadas en 1746, se incorporaron algunas cercanas a la Sierra de Segura como Hellín, Úbeda, Baeza y Mancha Real.

Pese a ello, en la «Gran Redada» de 1749, fueron capturadas dos familias asentadas en la Sierra. Así, la justicia de Orcera remitió a la Caja de Murcia  una familia compuesta por Juan de Castro (32 años), su mujer María Fernández (22 años), sus hijos Pedro Julián de Castro (3 años) y Constanza de Castro (1 año) y su padre Juan Fabián de Castro (68 años). Por su parte, la justicia del Hornillo (Santiago de la Espada) remitió una familia integrada por Pedro Antonio García (26 años), su mujer Isabel Fernández (26 años) y sus hijos Francisco García (7 años) y Pedro García (6 años).

Como consecuencia de todo ello, la presencia gitana a finales del siglo XVIII era muy escasa en la Sierra de Segura. Así, en el registro de 1783 sólo consta la presencia de Orcera de la familia de Juan de Torres y su mujer, mientras que se indica que en Siles, Torres, Hornos, Benatae, Génave, La Puerta, Santiago de la Espada, Villarrodrigo y Segura de la Sierra «no hay».

En los registros de 1784-1785 tenemos avecindado en Orcera al citado Juan de Torres, que había nacido en Tíjola (Almería)  y que en 1776 había sido condenado a 6 años de prisión en el Peñón de Alhucemas, seguramente por no cumplir las órdenes reales de sedentarización. Tras cumplir su condena, se estableció en Orcera, donde ya residía en 1783. Se dedicaba a variados oficios, como herrero, esquilador y canastero, es decir, haciendo «obras de mimbre y sarga», aunque todos ellos con dificultad, ya que estaba «impedido del brazo derecho». Este Juan de Torres estaba casado con Teresa Fernández, sin que conste que tuvieran hijos, aunque dada su edad al efectuarse el registro (60 años), puede que de haberlos tenido estos estuvieran ya emancipados y residieran en otras zonas.

Además de esta familia, consta la residencia en Santiago de la Espada de Pedro Jiménez, que había nacido en esa localidad en 1752. Estaba soltero y en 1782 había sido encarcelado en la cárcel de su localidad acusado de no tener ocupación fija (vagancia). Cuando se efectúa el registro de 1784 se fija su residencia en Santiago de la Espada, cosa que no ocurría en el registro de 1783. Puede que como consecuencia de su encarcelamiento un año antes se ausentara de su localidad, a la que acabó volviendo. 

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

  • Leblon, Bernard: El Gran Fichero de los Gitanos de España (siglos XV al XVIII). Historia de un genocidio programado. Madrid: Asociación de Enseñantes con Gitanos, 2017.
  • Martínez Martínez, Manuel: «Los gitanos en el reinado de Felipe II (1556-1598). El fracaso de una integración». Chronica Nova, 30 (2003-2004), pp. 401-430.
  • Martínez-Dhier, Alejandro: «<Expulsión o asimilación, esa es la cuestión>. Los gitanos en Castilla durante el gobierno de la Monarquía Absoluta». Revista de la Inquisición, 15 (2011), pp. 173-230.
  • Melendreras Gimeno, María del Carmen: «Aportación al estudio de un grupo marginado: los gitanos en Murcia durante el siglo XVIII, a través de las diferentes pragmáticas». Anales de la Universidad de Murcia. Letras, nº 2-3-4 (1981), pp., 81-137.
  • Peñafiel Ramón, Antonio: «Gitanos en Murcia en la primera mitad del siglo XVIII. ¿Integración o extinción?». Anales de Historia Contemporánea, 4 (1985), pp. 7-34.
  • Peñafiel Ramón, Antonio: «Los gitanos en España y región de Murcia. Seis siglos de marginación». Anales de Historia Contemporánea, 25 (2009), pp. 37-56.

miércoles, 23 de abril de 2025

El Juramento de Valencia: La Entrada del Conde Gitano"


 "El Juramento de Valencia: La Entrada del Conde Gitano"

Por Julián Cortés


Valencia, 18 de agosto de 1425.


Las campanas de la catedral repicaban mientras el calor del mediodía se colaba entre los callejones de la ciudad. La muralla vibraba bajo los cascos de los caballos. Un grupo de hombres, mujeres y niños se acercaba lentamente por el camino polvoriento del norte. Al frente, montado en un caballo oscuro con arneses de cuero labrado, iba el conde Miguel de Egipto Menor, con su manto azul y la Carta de Seguro del emperador Segismundo colgada al pecho, como prueba de su dignidad.


—Manteneos juntos —ordenó Miguel a su gente—. Esta ciudad nos verá como peregrinos, no como mendigos. Que sepa Valencia que llevamos siglos caminando, pero no arrastrándonos.


A su lado, cabalgaba su esposa Esmérica, que protegía con la mirada a los niños que caminaban descalzos entre la comitiva. Detrás, marchaba su sobrino, Jandro, un joven de ojos despiertos, aprendiz de herrero, que había oído hablar de la costa valenciana como lugar fértil y acogedor.


Andrés, su hermano, se había separado de la compañía tres años antes, en 1422, cerca de los Alpes. Él había seguido rumbo a Roma, mientras Miguel decidió cruzar los Pirineos y adentrarse en los reinos hispánicos, llevando consigo a más de 80 familias romaníes.


A la entrada de la ciudad, un grupo de soldados montados al trote se detuvo frente a ellos.


—¿Quiénes sois y qué queréis en Valencia? —preguntó con voz seca uno de los capitanes.


Miguel no titubeó. Sacó el documento imperial con los sellos intactos y respondió con firmeza:


—Soy Miguel, conde de Egipto Menor, peregrino en penitencia. Portamos Carta de Seguro del emperador del Sacro Imperio. No venimos a robar ni a causar disturbios. Solo a descansar y cumplir con nuestro camino.


El capitán frunció el ceño, pero no dijo nada. Dio media vuelta y mandó traer al escribano real.


Minutos después, los gitanos fueron escoltados hasta la plaza del Mercado. Los valencianos los miraban con mezcla de sorpresa y temor. Algunos niños payos se acercaron curiosos a ver los atuendos coloridos, los pendientes de oro, los instrumentos colgando de las monturas.


—Mira, madre, esa mujer lleva en la cabeza una pañoleta de mil colores —dijo una niña señalando a Esmérica.


—No mires tanto, niña —respondió la madre con tono reprobatorio, pero no sin cierta fascinación en los ojos.


En la sede eclesiástica, Miguel presentó también una bula papal, firmada supuestamente por el Papa Martín V, donde se pedía indulgencia para su pueblo, afirmando que habían sido forzados por el Gran Turco a renegar de su fe y que ahora peregrinaban para redimirse.


El obispo de Valencia, curioso ante aquella historia y la compostura del conde gitano, pidió una audiencia más extensa. En ella, se le permitió a Miguel explicar su historia: su paso por Suiza, Baviera, Bolonia, Francia, y ahora, por los caminos del antiguo reino de Aragón.


—No somos vagabundos, excelencia —dijo Miguel con voz grave—. Somos herreros, músicos, cuidadores de animales, intérpretes de sueños. Y cristianos. Solo pedimos que se nos deje vivir, trabajar y seguir nuestro camino.


El obispo suspiró, comprendiendo que no se trataba de una banda de forajidos, sino de un pueblo herido que caminaba con dignidad.


Se les permitió permanecer unos días en los alrededores de la ciudad, bajo vigilancia. Se asentaron cerca del Camino Real, donde levantaron tiendas y ofrecieron sus servicios. Pronto, algunos vecinos trajeron herramientas rotas para que los herreros las arreglaran. Una mujer valenciana, Doña Aldonza, incluso pidió a Esmérica que le leyera la fortuna.


En ese pequeño contacto, nació el primer lazo. Entre recelo y respeto, la convivencia fue posible.


Una tarde, Jandro jugaba con unos niños valencianos en la fuente. Al verlos, un hombre gritó: “¡Que se alejen esos niños, que los gitanos los roban!”


Miguel se acercó lentamente, con la mirada firme:


—No robamos niños. Pero sí robamos el miedo, cuando hay dignidad.


La gente guardó silencio.


Días después, los gitanos se marcharon de Valencia sin haber causado daño, dejando tras de sí la huella de un pueblo orgulloso que pidió permiso para entrar, trabajó, se dejó ver, y continuó su camino.


Resumen histórico del hecho real:


En 1425, el conde gitano Miguel de Egipto Menor, también llamado “conde Juan” en algunos documentos, llegó a Valencia junto a su grupo de gitanos, portando una Carta de Seguro del emperador Segismundo. Afirmaban estar en penitencia por una apostasía forzada bajo el dominio turco y portaban una bula supuestamente papal firmada por Martín V. Habían recorrido media Europa y llegaron a Valencia con ropajes nobles y la frente alta. Su llegada quedó registrada en el archivo de la diócesis de Valencia  donde se menciona que se presentaron como “nuevamente llegados”. Se les permitió permanecer unos días en la ciudad bajo vigilancia. Este hecho representa uno de los primeros contactos documentados del pueblo gitano con el Reino de Valencia, y constituye una muestra temprana de su presencia en tierras hispánicas.

lunes, 21 de abril de 2025

Ha muerto el Papa

 Lo ha dicho Francisco: “Vuestra historia ha estado marcada por la incomprensión, el rechazo y la marginación”.(Foto EITB)


Ha muerto el Papa. Ha muerto quien es la figura religiosa más importante y conocida del mundo entero. Ha muerto un hombre sencillo que renunció a muchos signos externos identificados con su autoridad mundial. Ha muerto un revolucionario.

Lo ha escrito el Papa Francisco en una carta que nos ha dirigido a los gitanos españoles con motivo de nuestro 600 aniversario de presencia en la península:

"Soy consciente de que vuestra historia ha estado marcada por la incomprensión, el rechazo y la marginación…”  Pero ustedes “Tienen mucho que aportar a la sociedad". “Quisiera aprovechar esta oportunidad para mostrarles mi afecto, reconocer sus valores y animarlos a afrontar el futuro con esperanza”.

“Dios peregrina en la historia con la humanidad y se ha hecho nómada con el pueblo gitano”. Efectivamente, el Papa ha recordado que el Niño Dios “también nació en Belén bajo el signo de la persecución y la itinerancia”.

Días pasados, en mi intervención en el Congreso de los Diputados, dirigiéndome al Rey, quise recordar uno de los muchos momentos en que tuve el privilegio de compartir mi cercanía con su madre, S.M. la Reina emérita Doña Sofía. Hoy me gustaría transponer las palabras que me dirigió la Reina para poner en boca de Francisco lo que él, unos días antes de morir, nos dijo a todos los gitanos españoles reconociendo la gran aportación que hace el pueblo gitano en España a la sociedad:

1.- «El aprecio a las personas mayores y el sentido de familia, que se hace más fuerte en los momentos de dificultad”;

2.- “El cuidado por la naturaleza, representada en vuestra bandera por el azul del cielo y el verde de la tierra”;

3.- “Vuestra condición de peregrinos (…) simbolizada en la rueda de los carros en los que se desplazaban vuestros antepasados”;

4.- “La capacidad para mantener la alegría y hacer fiesta, aunque haya nubarrones en el horizonte”;

5.- “El significado del trabajo —tantas veces malentendido— como un medio para vivir y no tanto para acumular”.

Y ahora, díganme ustedes, si el Papa muerto no fue realmente un valiente revolucionario, cuando dijo:

6.- En definitiva, “muchos de los valores que os identifican como pueblo no solo son evangélicos, sino también proféticos y contraculturales en estos momentos”.

 

Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya
Abogado y periodista
Presidente de la Asociación Nacional Unión del Pueblo Romaní

viernes, 18 de abril de 2025

Orihuela y la Gran Redada

 "Cuando ni los altares nos protegieron: La cicatriz imborrable de Orihuela"


Por Julián Cortés


Orihuela, año del Señor de 1749.

En lo alto del Cabezo y las entrañas de las Yeseras, el humo de las fraguas de los Cortés Vargas se mezclaba con el aroma del esparto que trenzaban los Heredia Salazar. Los Jiménez Reyes regresaban del trato de caballerías, mientras los Montoya Moreno arreglaban sillas y los Castro Fernández aliviaban con saber ancestral a los animales enfermos del lugar. Eran gitanos. Eran familias. Eran comunidad.

Pero la sombra del oder se tejía lejos, en los pasillos del Palacio Real. El Rey Fernando VI, bajo la influencia del Marqués de la Ensenada, firmó lo impensable: una orden para exterminar la cultura gitana bajo la excusa de unificar el reino. Una limpieza silenciosa, disfrazada de ley. Y como si no bastara con la frialdad de los decretos, el Papa Benedicto XIV había debilitado poco antes el derecho de asilo, rompiendo una tradición milenaria de protección en templos sagrados.

Las noticias llegaron como un viento seco, hiriendo el alma. Las familias corrieron a la Iglesia de Santiago Apóstol, último bastión de esperanza. Dentro, el incienso ardía, pero no lograba ocultar el olor del miedo.

Rosario Hereda, con su vientre abultado, se apoyaba en Antonio, su esposo.

—“¿Cómo pudieron pensar en algo así, Antonio? ¿Dónde está Devel?”

Él la abrazó con fuerza.

—“No lo sé, mi vida. Solo sé que te protegeré hasta el fin.”

Isabel Castro rodeó a sus pequeños, poniéndose delante como una loba ante el peligro.

—“Recordad quiénes sois, mis niños. Nadie puede quitaros lo que lleváis en la sangre.”

Manuel, su marido, le apretó la mano.

—“Temo por vosotros, Isabel… No por mí, por vosotros.”


Pedro Montoya, de rodillas, abrazaba a sus dos hijas.

—“Devel no nos ha abandonado. Esta iglesia es su casa… no pueden tocarnos aquí.”

Pero sí lo hicieron.

Cuando los soldados irrumpieron, con sus botas rompiendo el silencio, no fueron los demonios quienes cruzaron el umbral, sino hombres con corazones de piedra, obedientes a un papel con sello real.

—“¡Por favor, somos gente de paz!” suplicó Antonio.

Su grito se perdió en el eco de la violencia.

Rosario cayó al suelo, sujetándose el vientre con desesperación. Isabel gritó el nombre de Manuel mientras lo arrastraban como si no fuera más que un número. Pedro sintió cómo le arrancaban a sus hijas de los brazos, entre sollozos y forcejeos.

El altar, que debía ser refugio, se convirtió en testigo mudo del horror. Ni los santos bajaron la mirada.

Fueron deportados sin juicio, como ganado. Atrás quedaron sus hogares, sus herramientas, los recuerdos que tejieron generaciones. Se llevaron lo visible, pero no pudieron arrancar la dignidad.

En los caminos del destierro, hubo miradas que no se quebraron, cantos susurrados entre lágrimas, manos entrelazadas en la oscuridad de los carros. La resistencia estaba en el alma. Nadie podía encadenarla.

Rosario sobrevivió. Dio a luz a Esperanza, nombre elegido no por azar, sino como grito. Antonio no regresó.

Isabel crió a sus hijos con el recuerdo vivo de Manuel, que murió en una cárcel sin nombre.

Pedro regresó con el rostro envejecido y los ojos huecos, pero cada año encendía una vela por sus niñas, que jamás volvieron.

La Gran Redada dejó una herida profunda en Orihuela. Durante décadas, se intentó borrar la memoria. Pero en los patios, en las reuniones familiares, en los cantes con que se nombra lo innombrable, la historia siguió latiendo.

Y hoy, desde esta tierra que fue testigo de la injusticia, recordamos:

Cuando ni los altares protegieron, fue la fe del pueblo gitano la que no se quebró. Fue el amor, la unión, y el recuerdo lo que sobrevivió.

Y esa cicatriz, aunque duela, nos recuerda quiénes fuimos… y quiénes seguimos siendo.

jueves, 3 de abril de 2025


 

Desde la Federación de Consumidores, UCEspaña, nos ponemos en contacto con ustedes para tratar y ponerles en conocimiento lo que nos detallan Ciudadanos de San Pedro del Pinatar (Murcia), donde el día 2 de Marzo del 2025, se forma un movimiento Ciudadano para reclamar la Apertura nocturna de ambos Tanatorios de dicha Localidad Tanatorio Rocamer y Tanatorio Samper, que son los que dan Servicio a San Pedro Del Pinatar.

Desde Este Movimiento Ciudadano apoyado por nuestra Organización, se están llevando todos los pasos legales para hacer una reclamación dentro del amparo de la lay en defensa del Consumidor, en Primer Lugar se han recogido más de 1000 firmas de vecinos de San Pedro del Pinatar, con el fin de hacer la reclamación oportuna, para que desde los tanatorios den la Opción a los familiares de poder permanecer de noche en las instalaciones del tanatorio velando a su familiar y no obligando a salir a las 22:30 horas como hasta ahora tenemos conocimiento que se está haciendo en dicha Localidad.

Los pasos que hasta ahora se han seguido han sido los siguientes:

Recogida de Firmas.

Reclamación a la Consejería de Consumo de la Region de Murcia.

Nombramiento de un Intermediador con los Tanatorios.

Queja al Defensor del Pueblo a nivel Nacional.

Reunión para solicitar la mediación con los tanatorios, con el Sr. Alcalde Presidente del Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar.

Desde el Covid19 en el año 2020, se ha venido haciendo esta práctica de cerrar los tanatorios de noche, cuando para cerrarlos entendimos que el Gobierno obligo hacerlo por ley de pandemia, sin embargo esa ley se derogo después del 2021 y ustedes siguen cumpliéndola sin que ninguna otra ley ni nacional, regional, o Municipal los Obligue hacerlo, simplemente argumentan que son una empresa privada y son libres de establecer sus horarios, pero también recordarles que en las Pólizas que los usuarios firman pone claramente que el servicio de tanatorio Existe y la ley di dice que el enterramiento será 24 horas después de haber fallecido la persona, por tanto se comprende que la sala tanatorio deberá estar abierta las 24 horas.

El descontento de los vecinos de San Pedro del Pinatar formula esta queja a ambos tanatorios y por supuesto a las compañías de decesos que pagan su cuota religiosamente cada mes.

Ruego se reconsidere esta petición ya que estamos dispuesto al dialogo para darle una solución. Más de 600 pólizas de decesos hay detrás de esta reclamación que podrían ser perjudicadas por sus asegurados.

Ejerciendo nuestro derecho como ciudadanos de reclamación ante una práctica de mala fe e injusta por parte de los Tanatorios, reclamamos hoy que vuelvan a darnos la opción de velar de noche a nuestros seres queridos, como durante tiempos inmemorables se ha venido haciendo, esta reclamación tiene su fundamentación en la humanidad, sensibilidad y sentimientos del ser humano, propios de cuando surge la tragedia fatídica de la pérdida de un ser querido.

jueves, 30 de enero de 2025

Juan García Santiago

Juan García Santiago "El Gitano" es un activista gitano español que ha dedicado su vida a la defensa de los derechos del pueblo gitano y a la lucha contra el antigitanismo.
Trayectoria:
 * Activismo: Ha sido delegado de la Federación de Asociaciones Gitanas de la Región de Murcia (FAGA) y ha participado en numerosos foros y encuentros para promover la igualdad y el reconocimiento de la cultura gitana.
 * Defensa de los derechos: Ha trabajado incansablemente para visibilizar los problemas que afectan a la comunidad gitana, como la discriminación, la falta de acceso a la vivienda, la educación y el empleo.
 * Promoción de la cultura: Ha impulsado iniciativas para difundir la riqueza de la cultura gitana y combatir estereotipos y prejuicios.
Reconocimientos:
Su labor ha sido reconocida por diversas instituciones y organizaciones, que han destacado su compromiso y la mejora de las condiciones de vida del pueblo gitano.
Legado:
Juan García Santiago "El Gitano" es un referente en la lucha por los derechos de los gitanos en España. Su trabajo ha sido fundamental para dar voz a una comunidad históricamente marginada y para promover una sociedad más justa e inclusiva.
Para obtener más información sobre Juan García Santiago "El Gitano", puedes consultar los siguientes enlaces:
 * El delegado de FAGA en la Región de Murcia anuncia que se retira del movimiento asociativo gitano
 * Juan García Santiago, de FAGA, opina sobre los actos del 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano: 
Es importante destacar que la lucha por los derechos del pueblo gitano sigue siendo una tarea pendiente en España y en Europa. La discriminación y el racismo persisten, y es necesario seguir trabajando para construir una sociedad donde la igualdad y el respeto sean una realidad para todos.

domingo, 12 de enero de 2025

600 años de Gitanos en España

VIVA EL PUEBLO GITANO !! 

OPRE ROMA!! 

El 12 de enero de 1425, según los datos oficiales, fue la fecha en la que entraron los primeros gitanos a la Península Ibérica. 

Hoy se cumplen 600 años de ese hecho, determinante para la definición de la identidad de lo que hoy conocemos como España. 

Todos los pueblos y todas las culturas que forman nuestro país, España, han conseguido leyes y marcos competenciales para proteger y gestionar sus identidades, menos el Pueblo Gitano. 

Después de 600 años de historia compartida, los gitanos y las gitanas españoles, reivindicamos el reconocimiento oficial de nuestro pueblo y nuestra cultura como uno más de los pueblos y las culturas que formamos España.

viernes, 10 de enero de 2025

Maldición gitana contra Le Pen

Maldición gitana contra Le Pen

     Ha muerto el político que durante muchos años ha sido el símbolo más visible del racismo institucional, no solo en su país sino en toda Europa. Le conocí personalmente durante los años en que ambos coincidimos en el Parlamento Europeo. Y con él y su partido me enfrenté repetidas veces a propósito de nuestras denuncias por sus actos y manifestaciones racistas, o por la oposición con que su partido, el “Frente Nacional”, atacaba cuantas iniciativas proponíamos sus adversarios.

     Pero lo que más distinguió a Le Pen en el ámbito de la política europea posterior a la Segunda Guerra Mundial fue su clara identificación con los postulados nacionalistas y racistas del régimen nazi. Le Pen fue Diputado europeo durante 30 años, la mitad de los cuales coincidió conmigo tanto en la Cámara de Estrasburgo como en Bruselas.

     Si están interesados pueden pulsar en este enlace donde encontrarán una de mis intervenciones parlamentarias en el Parlamento Europeo contra el Grupo racista que encabezaba el señor Le Pen
 

https://www.youtube.com/watch?v=XEWVTEjzjl4
 

     Pero igualmente me resisto a dejar de transcribir el texto recogido en el Boletín Oficial del Parlamento Europeo donde expreso el sentido de mi voto a favor de que la Justicia europea pueda castigar al hoy fallecido impenitente racista. He aquí lo que dije en aquel entonces en la Cámara de Estrasburgo.
 

Seños Presidente:

     Mi voto contribuirá a que se levante la inmunidad parlamentaria del señor Le Pen. Y conmigo, señor Presidente, votarán con el corazón miles, millones de gitanos europeos descendientes de las víctimas que fueron objeto del odio y la violencia nazi hace medio siglo.

     Yo voto, señor Presidente, para que la justicia tenga la oportunidad de castigar a Le Pen por trivializar el recuerdo de aquella tragedia, por minorizar el genocidio que tantas vidas costó, por jugar con la pena, las lágrimas y la desesperación de tantas familias inocentes diezmadas por el odio racista que con tanta frialdad el señor Le Pen parece justificar.

     Pero yo añado señor Presidente, desde mi escaño del Parlamento Europeo, mi condena más firme al Señor Le Pen. Le condeno y le maldigo. Que caigan sobre su conciencia el recuerdo de aquellas víctimas inocentes. Que caigan sobre su alma las lágrimas de tantos niños huérfanos. Que le arañen en las entrañas los lamentos de las madres a quienes les robaron sus hijos para hacer con ellos crueles experimentos. Que se le aparezcan por doquier las sombras de los ancianos que terminaron en los hornos crematorios solo por ser viejos. Y que la maldición de mi pueblo, el pueblo gitano, a quien la sombra negra del nazismo robó más de quinientas mil vidas le acompañe durante todos los días de su vida.
Señor Presidente, no se interpreten mis palabras como una negación al derecho que asiste al señor Le Pen para manifestarse como le venga en gana. Aprendí, hace muchos años ya, el mensaje de Voltaire cuando sentenció: "Me opondré a tus ideas hasta la muerte, pero con el mismo afán defenderé el derecho que tienes a expresarlas". Manifiéstese el señor Le Pen como quiera, diga lo que se le antoje, ladre como los lobos en las noches de luna llena, anunciando discriminaciones, persecuciones, llanto y lágrimas de los más débiles, pero sepa el señor Le Pen, y quienes como él piensan, que aquí encontrarán siempre a un grupo de hombres y mujeres que no aceptarán sus incitaciones al odio racial, a la marginación de las minorías.

     Cuando Le Pen dice que a causa de la desertización y de la demografía los habitantes del tercer mundo se lanzarán a la conquista de Europa, ¿qué pretende imbuir en la mente de los sencillos europeos? Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Le Pen sabe muy bien -es viejo lobo- cuando debe lanzar sus aullidos para asustar a la ciudadanía y conseguir, mediante el miedo y la amenaza, que prosperen sus tesis trasnochadas y fascistas.

     Hoy, posiblemente, se escapará de las manos de la justicia francesa, pero no escapará de la condena y el desprecio que por él sienten todos los demócratas de Europa. Muchas gracias, señor Presidente.

Juan de Dios Ramirez-Heredia Montoya
Abogado y periodista

 

 
Jean-Marie Le Pen. La voz de Galicia

 


miércoles, 8 de enero de 2025

El Gobierno declara 2025 como Año del Pueblo Gitano para conmemorar el 600º Aniversario de su llegada a España

El domingo se cumplen 600 años del día en el que el pueblo gitano entró en la Península Ibérica, un 12 de enero de 1425, efeméride que ha llevado al Consejo de Ministros a aprobar este martes una declaración institucional para reconocer y celebrar en este 2025 “la huella cultural, social y lingüística” que han aportado a nuestro país

Nacional para la Igualdad, la Inclusión y la Participación del Pueblo Gitano en España aprobada en 2021.

En el texto se certifica, además, la declaración del 2025 como el Año del Pueblo Gitano en España con el objetivo de “asegurar un futuro más equitativo y justo para el pueblo gitano y, por ende, para toda la sociedad española”. A este respecto, la declaración también recopila las acciones que se han llevado a cabo en los últimos años para alcanzar esta meta, como la aprobación en 2022 de la Ley Integral para la Igualdad de Trato y la No Discriminación y la introducción en el Código Penal (en los artículos 22.4ª y 51) del antigitanismo como circunstancia agravante y como finalidad constitutiva de un delito de odio específico contra los gitanos y las gitanas. También la Ley de Empleo, aprobada en 2023, en la que se incorporó a las personas gitanas como colectivo de atención prioritaria.