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jueves, 16 de febrero de 2012

Los gitanos somos obesos porque asociamos gordura con "poderío"

Acabo de leer la noticia difundida ampliamente por las agencias informativas. La mitad de los gitanos españoles somos gordos, muy gordos, porque de esta manera demostramos que somos poderosos. Dios mío, ¡que barbaridad! Lo ha dicho una bióloga de la Universidad del País Vasco que ha catalogado este afán que tenemos los gitanos y las gitanas por estar gordos como una consecuencia de nuestra “cultura obesogénica”. ¡Chúpate esa! Y para que no quede la más mínima duda de que para nosotros la obesidad es un símbolo de poder, concentramos todas nuestras grasas y michelines en el abdomen. De tal manera que tener delgadas las piernas o los brazos da igual. Lo verdaderamente importante es tener una prominente barriga que infunda respeto y sumisión a los gitanos y gitanas que, para desgracia de ellos, estén delgados.

La investigadora ha realizado su estudio analizando los comportamientos de 50 familias gitanas que agrupan a unos 380 individuos. Y como consecuencia de ello ha puesto de manifiesto las graves consecuencias que para la salud comporta la obesidad. Así dice que los niños de familias gitanas que participan en su estudio son ya hipertensos y muchas mujeres podrían tener problemas de diabetes o de corazón en la época posmenopáusica. Y añade que la obesidad de tipo abdominal es especialmente peligrosa en los hombres ya que está ligada a la enfermedad cardiovascular y a la diabetes.

Lo dicho hasta aquí, bromas a parte, me sugiere algunas reflexiones. Aunque debo manifestar por adelantado mi respeto por cualquier tipo de investigación que en el ámbito de la salud contribuya a que llevemos una vida más sana y por ende más optimista y agradable. No podría ser de otra forma teniendo, como tengo, una hija que es médico.

La primera reflexión me lleva a concluir que tienen razón los gitanos que dicen “¡Basta ya de tantos estudios sobre nosotros! ¡Parecemos conejillos de indias!" Y llevan razón. Somos el grupo de población que concita el mayor interés científico de todos los investigadores. Tengo en mi poder muchos estudios de antropólogos, de todas las ramas, que nos han estudiado hasta la saciedad. Recuerdo que en mi juventud acompañé a una investigadora de la Universidad Complutense de Madrid para que realizara una investigación en el Campo de la Bota barcelonés. Ella tomaba nota de la medida perimetral de nuestras cabezas, anotaba detalladamente el color del iris de nuestros ojos y hasta se llevaba un manojito de pelo que cortaba de la cabellera de los pacientes gitanos después que éstos me miraran insistentemente recabando mi consentimiento. Fracasó rotundamente nuestra investigadora cuando pretendió extraer una gota de sangre de aquellos gitanos. Ni yo lo autoricé, ni ellos se dejaron.

No caben en una de mis estanterías los estudios realizados por los sociólogos en el ámbito de nuestra vida urbana. Son volúmenes de todo tipo, especialmente hechos en el ámbito sociográfico. Allí están desde el pionero del Instituto de Sociología Aplicada realizado por los jesuitas durante el franquismo, hasta la última tesis doctoral elaborada por cualquiera de los discípulos de la gran investigadora, catedrática en la Universidad Autónoma de Barcelona, Teresa San Román.

Igualmente en el campo de la medicina, -que posiblemente sea el primero en el que los científicos empezaron a estudiarnos-, tenemos muchos e importantes estudios. Debo señalar aquí las investigaciones realizadas en el siglo XIX por el doctor B. Ely, holandés, que descubrió en nuestra sangre elementos coincidentes con la de los habitantes del Punjab para determinar el origen indio de nuestro pueblo, hasta el proyecto que me presentaron recientemente unos ilustres profesores del Hospital Clínico de Barcelona destinado a descubrir una nueva y extraña enfermedad que se da solo en algunos niños gitanos.

Podría hacer esta lista interminable y algún día lo haré. Por el momento déjenme que transcriba lo que ha escrito Judith Okely, que es una investigadora, autora de un estudio sobre los gitanos ingleses: “Los estereotipos de los gitanos y las explicaciones sobre ellos, sean mentiras o verdades, pueden ser invenciones o artimañas para confundir en vez de reflexiones sobre la realidad. La imagen de los gitanos y la información sobre ellos transmitidas a los payos por los gitanos pueden dar más información sobre los payos que sobre los gitanos”.

La segunda reflexión, mucho más puntual, está en línea con los resultados que en ocasiones se extraen de estos estudios y que suelen ser pasto luego de informaciones que poco o nada nos benefician. Como esta que comentamos. El resultado final será que los gitanos somos un pueblo de gordos autoritarios y primitivos a quienes, según la autora del estudio, nos gustan las mujeres hermosas porque nos parece un símbolo de fertilidad. Tal vez en esto último lleve razón la señora bióloga: reconocemos que a los gitanos nos gustan más las mujeres hermosas (que no es sinónimo de obesas) que las flacas o esqueléticas. Pero mucho me temo que ese gusto lo debemos compartir con el 99 por ciento de los hombres “payos” del planeta.

Cuando yo era niño y vivía en el Cádiz de la posguerra la gente del pueblo solía decir cuando se encontraban con algún amigo o conocido:

- Ayer vi a tu hijo. ¡Está tan guapo y tan gordito que es una bendición!

Naturalmente. Estar gordito era la expresión máxima de la belleza que no consistía en otra cosa más que en no pasar hambre en una época en la que los españoles tenían los alimentos racionados. Los gitanos de hoy estamos gordos porque comemos mucho o porque comemos mal. Exactamente igual que los “payos”, sean de aquí o de Nueva York.

Tercera reflexión. Alguna vez he oído decir a más de un gitano que si el dinero que se gastan las administraciones en subvencionar tantos estudios e investigaciones sobren nosotros lo emplearan en remediar alguna de nuestras más perentorias necesidades, mejor nos irían las cosas. Y tal vez lleven algo de razón. Se han escrito y publicado informes absurdos, muchos innecesarios, buena parte de ellos falsos porque los gitanos han respondido con falsedad a las preguntas impertinentes de los encuestadores, y casi todos se han realizado al margen de la voluntad de los propios gitanos.

Hace tres o cuatro años se celebró en Bruselas la Primera Cumbre Gitana Europea. A ella asistieron la mayoría de los líderes gitanos del viejo continente. Y junto a nosotros un conjunto de autoridades de primer orden de los Estrados miembro de la Unión Europea. En el programa estaba previsto que interviniera Rudko Kawzinski, líder de los gitanos alemanes y actual presidente del Foro Europeo de los Rromà que depende del Consejo de Europa. En el momento de su intervención le escuchaban varios ministros de diferentes países, al menos tres Comisarios del Gobierno Europeo y posiblemente un par de docenas de Directores Generales y Secretarios de Estado entre los que estaban también los altos representantes del Gobierno Español. Rudko, que es un hombre avezado en viejas luchas se refirió a los estudios e investigaciones que de forma permanente se realizan sobre nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestro folklore, nuestra gastronomía, nuestra manera de vestir y hasta sobre nuestra forma de andar. Y en aquel momento, con evidente irritación, levantó la voz para decir ante tan insigne auditorio:

- Señores ministros, señores directores generales, basta ya de subvencionar tantas investigaciones innecesarias que a los gitanos en nada nos favorecen. ¿Saben que deben hacer ustedes? Traigan todos esos estudios a la plaza en las duras noches del frío invierno y préndanle fuego. Al menos servirán para que los gitanos nos calentemos.

Es evidente que yo no suscribo esas palabras como tampoco lo haría en su literalidad el mismo Rudko, que es un hombre inteligente. Jamás hay que prender fuego a los libros, pero no es menos cierto que alguien debería reflexionar sobre la utilidad que tienen algunas investigaciones de las que luego los medios de comunicación van a destacar lo más llamativo: que los gitanos estamos gordos porque de esa manera reafirmamos nuestra fuerza y nuestro dominio sobre los demás. Realmente penoso.


* Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista.