A orillas del río Guadalimar, en el corazón de La Puerta de Segura, se contempla una escena llena de vida y tradición. Una familia gitana ha detenido su camino junto al agua, bajo la cálida luz del sol andaluz. El puente de piedra, símbolo del pueblo, se alza majestuoso al fondo, uniendo las dos orillas del valle y enmarcando las casas blancas que trepan la ladera con sus tejados de teja roja.
La familia, compuesta por padre, madre y varios niños, se muestra en armonía con la naturaleza y los animales que los rodean. El padre, con sombrero y camisa arremangada, sostiene con firmeza las riendas de un caballo negro, mientras su hijo pequeño se sienta sobre el lomo del animal con mirada curiosa. La madre, con vestido largo y rostro sereno, se agacha junto a dos galgos que reposan tranquilos a su lado. A unos pasos, otro niño, descalzo y sonriente, acaricia a uno de los perros, mientras una niña con falda floreada acaricia un caballo castaño.
Es una escena que destila respeto por la tierra, por los animales y por la unidad familiar. El paisaje, los rostros y la luz hablan de un modo de vida libre y cercano a las raíces. Es un retrato costumbrista que honra la cultura gitana en un rincón emblemático de la Sierra de Segura.