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viernes, 28 de agosto de 2009


Una represión sin límites

Dice el historiador George Borrow que "quizás no haya un país en el que se hayan hecho más leyes con miras de suprimir y extinguir el nombre, la raza y el modo de vivir de los gitanos como en España".

Un conjunto de leyes, disposiciones reales y decretos que inauguran los Reyes Católicos con una pragmática fechada en Medina del Campo en 1499, que dice: "Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida".

(Isabel y Fernando, Medina del Campo, 1499, recogido en la Novísima Recopilación, Libro XII, título XVI).

Esa pragmática y todas las que le siguieron hasta nuestros días han sido la cobertura legal de una represión sin límite que los gitanos hemos sufrido durante más de cinco siglos.

Hasta tal punto esto es así que, incluso, las técnicas de esterilización que durante la Segunda Guerra Mundial los nazis practicaron con los gitanos del Este y del Centro de Europa ya las presagiaron las Cortes de Castilla en 1594, con una disposición legal tendiente a separar a los "gitanos de las gitanas, a fin de obtener la extinción de la raza".

No habrá en la historia de la humanidad un caso tal de persecución contra un pueblo que haya durado tanto y que haya quedado tan impune. Hemos sido, y somos aún, una especie para la que no hay veda.


La "memoria colectiva"

A pesar de la represión, los gitanos logran a partir de la primera mitad del siglo XIX un cierto acomodamiento, y comienza una época que constituye la base de la "memoria colectiva" del pueblo gitano en España.

Las familias gitanas asentadas en las ciudades como dijimos anteriormente, más obligados que por propia voluntad, comienzan a cubrir un espacio económico en la agricultura y la ganaderia, el de comerciantes de ganado de labor. Los gitanos se convirtieron por méritos propios en los abastecedores de ganado tanto de los terratenientes como de los pequeños propietarios agrícolas. De hecho, durante una centena de años (1850-1950) podemos decir que los gitanos fueron imprescindibles en la economía agrícola y ello trajo consigo, por primera vez, el reconocimiento social y el respeto. No exento de una represión paralela que aunque mitigada nunca ha dejado de existir.

Dice Francisco Suárez Montaño en su ensayo "Gitanos Extremeños" refiriéndose a esa época, que "... al reunirse de ese modo la producción agrícola se planteó la inminente demanda de un nuevo sistema de abastecimiento de recursos ganaderos para su desarrollo. Los gitanos ocuparon rápidamente ese peldaño que hasta entonces era escaso y mal organizado, ofreciendo un abaratamiento de costos y creando toda una infraestructura mercantil de amplias redes regionales. Por toda Extremadura se desplegaron las familias gitanas. Con su incorporación demográfica se perdió el carácter nómada que los definía, iniciándose de este modo un trasvase que iba a ser definitivo en su comportamiento social. Con estos asentamientos comenzó un intercambio económico, social y cultural de gran transcendencia para la comunidad gitana".

Podemos decir que este proceso se produce en toda la península, pero fundamentalmente en Andalucía y Extremadura, donde viven un notable porcentaje de la población gitana española actual.

Los gitanos no sólo destacan como tratantes de ganado durante esa época decisiva, sino que además, muchos de ellos son consumados herreros, a los que se debe una parte fundamental de la herrería artística andaluza y de otras regiones españolas. Otros se dedican a la reparación de calderas, de aperos de labranza, etc.

Todo lo anterior explica la breve historia de los gitanos en España, desde un punto de vista económico. A su llegada en el siglo XV se niegan a ser vasallos de los señores feudales tal y como exigían las pragmáticas reales y les empujaba la misma realidad social y política, son años de persecuciones, cárceles y exterminio. Sin embargo, en la medida en que la agricultura feudalista anquilosada va dando paso a nuevas explotaciones más productivas y el consiguiente desarrollo de los pueblos y ciudades, los gitanos o al menos la mayoría de ellos, ocupan espacios en el sistema de producción. Son espacios en los que ellos se mueven como peces en el agua. No están sometidos a nadie, mantienen lo esencial de sus ansias de libertad de movimiento, pero al mismo tiempo les permiten vivir dignamente y mantener lo más profundo de sus raíces culturales: la unidad de la familia.

Como no podía ser de otra forma, la cultura gitana se adapta a la nueva situación y se enriquece, al tiempo que influye en la cultura general de los españoles, especialmente en Andalucía y Extremadura.

Es en esa época fundamentalmente cuando los gitanos conforman lo que hoy en día se conoce, o mejor dicho se desconoce, como "Leyes Gitanas".

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