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sábado, 16 de mayo de 2009



Es momento de recapitular información sobre Can Tunis, un antiguo barrio catalan poco conocido pero del que se ha escrito mucho. Los documentales y reportajes hacen el resto.Puede decirse que de la incursión de algunos periodista a estos barrios surgirían documentales, reportajes y programas como Callejeros. Las palabras clave (que venden)ya sabemos cuales son:Jeringuillas usadas, escombros, derribos, grúas, toxicómanos y familias gitanas convivieron en los últimos días del suburbio.
Estos son algunos recortes de periódicos sobre el documental de Can Tunis de José González y Paco Toledo.

Crepúsculo final en can tunis
VANESSA GRAELL, El Mundo. Viernes, 23 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6277

Can Tunis ya no existe, con el nuevo milenio se fue consumiendo en una lenta agonía. Entre los dos carriles de la autopista y el puerto de mercancías, con vistas al cementerio de Montjuïc, estaba esta barriada gitana donde los toxicómanos más demacrados acudían a comprar su dosis diaria de coca, heroína o lo que se terciara.
Can Tunis es sólo un recuerdo, un lugar desaparecido que, sin embargo, sigue existiendo: sus últimos años quedaron registrados en el documental que José González y Paco Toledo rodaron entre 2002 y 2004, cuando se derribaron las últimas viviendas y el barrio se redujo a ruinas. La ampliación del puerto sentenció para siempre al suburbio.

El documental Can Tunis se estrenó a lo grande, en el International Documentary Film Festival de Amsterdam, el certamen más importante a nivel europeo. En febrero, se proyetó tres días en el marco de DocsBarcelona. Paralelamente a su circuito por festivales, sus directores esperan distribuirlo en diferentes salas de la ciudad.

José y Paco quisieron dejar un testimonio de Can Tunis, armados con una pequeña cámara y con la bendición de Carmen, una gitana que les hizo de cicerone por el barrio, se introdujeron en el día a día de los vecinos. Eran dos payos que consiguieron ganarse la confianza de una comunidad cerrada y recelosa. Sólo así pudieron grabar escenas de gran dureza: una pelea de gallos (tradición que aún sobrevive), la muerte de un cerdo por asfixia (momento en el que algunos espectadores de Amsterdam abandonaron la sala) o primeros planos de un toxicómano inyectándose en vena.

El protagonista del filme es Juan, un jovencísimo príncipe de la calle de 12 años. Su historia es la opuesta a los cuentos de hadas y su familia es de las más desestructuradas: mientras su madre cumplía condena en prisión (diez años por 97 gramos) y su padre se encargaba de nueve hijos, él se las arreglaba como podía para sobrevivir. Eso implicaba desvalijar coches (sólo después de haberlos conducido, práctica habitual en los menores del barrio) y otras muchas cosas... «Es un niño problema del que nadie quería ocuparse, le echaron de la escuela y nadie iba a hacer un esfuerzo por él», lamenta Paco. Ahora tiene 17 años, «ha crecido, se ha puesto muy guapo, pero la verdad es que no ha rectificado», afirma José.

En general, los niños del barrio perdieron prematuramente la inocencia: en la calle aprendieron a conducir, a jugar a cartas con dinero, a hablar y amenazar como adultos. La secuencia de un niño de 11 años, rubio y de ojos azules, conduciendo y explicando a la cámara que los yonkis se destrozan la vida con la droga resulta demoledora.

José y Paco grabaron más de 60 horas de material. Aunque la cinta es dura, en Can Tunis «pasaban cosas peores», indica Paco. Muchas secuencias no se incluyeron por su crudeza. Lo que más impresionó a José fue el nivel de «degradación infrahumana» de ciertos toxicómanos: «Es alucinante cómo un ser humano se puede alejar tanto de la vida», afirma. Por contra, a Paco, que acababa de llegar de Chile y tan sólo empezaba a conocer Barcelona, le impactó más descubrir que de espaldas a la ciudad moderna y turística vivía la comunidad gitana en condiciones absolutamente deplorables.

Todas las grandes ciudades tienen un lado oscuro y Can Tunis representa el de la Barcelona olímpica: fue en los años 90 cuando se erigió como lugar de compra-venta con línea directa desde plaza Cataluña: del 38, popularmente conocido como el yonkibus, desembarcaban los ansiosos consumidores. «Se calcula que unas mil personas acudían diariamente para comprar y consumir», señala José. En su opinión, los gitanos cumplían un «rol social» al traficar.

Sólo después de tener un premontaje del documental, Paco y José lograron encontrar un productor que financiara la película, Pedro Costa. «El mundo del cine es como una carrera de fondo», señala José. Ambos directores lamentan que el género documental no tenga tradición en España y que las grandes productoras no apuesten por él.

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